Se atribuye a Silas Costa Leite, escritor y periodista Paulista, haber descubierto el secreto mejor guardado del Brasil. El mismo consiste en haber develado aquello que, por otra parte, muchos en ese país sospechaban: que Caetano Veloso y Maria Bethania eran una única persona. Un solo individuo que a veces aparecía como Caetano y otras veces, como Maria Bethania. Las dos pruebas que ofrece Costa Leite parecen contundentes. La primera es que nunca nadie los ha visto juntos y la segunda remite al hecho de que cada vez que «alguno de ellos» lanzaba un disco o estrenaba un show importante, el «otro» desaparecíadurante un tiempo de toda exposición pública.
Por mi parte, creo haber hecho un descubrimiento, menos glamoroso, pero no menos importante en el caso de la Argentina.
¿O es que alguien ha visto alguna vez juntos a Sergio Berni y a Raúl Zaffaroni?
Más aún, hay que reconocer que, en este caso, el individuo de doble identidad ha sido incluso más hábil en el intento de despistar al público. Esto explica que el secreto argentino haya tardado muchos más años que el brasilero en ser develado.
A ello además debe sumarse la muy hábil (aunque como se ve no infalible) estrategia desplegada en el caso argentino. Esta ha consistido en mostrar, sólo en apariencia, posiciones diferentes sobre cuestiones vinculadas a la política criminal. Debemos a Santo Tomás haber entendido hace mucho la medular diferencia entre esencia y apariencia. La esencia, como se sabe, es lo que la cosa es.
Es verdad que Berni ha hecho gala en reiteradas ocasiones de sus posiciones, que nada cuesta identificar con aquello que vulgarmente se conoce como el retribucionismo de la mano dura, mientras Zaffaroni se presenta como un legítimo representante del abolicionismo vernáculo. Nada más lejos, en apariencia, que estas dos posiciones. Pero, como también se sabe, las apariencias engañan.
Pocos conocen un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que, el sujeto que a veces aparece como Zaffaroni, no solo firmó, sino que además se jactó de ser su autor intelectual. Este fallo, conocido como el fallo García Méndez-Musa s/ causa n°7537 de diciembre de 2008, declaró constitucional (flagrantemente en contra de lo que establece el artículo 36 de la ley 26.061 de protección integral de derechos de la infancia) el uso de la privación de libertad de los menores inimputables como una forma de asegurar su «protección». No cuesta mucho imaginar el escándalo que hubiera suscitado un fallo que ordenara la privación de libertad de mujeres víctimas de la violencia. Pero con los menores (muy especialmente los pobres que habitan las periferias urbanas), la historia es otra y diferente.
El país es testigo de que el individuo que aparece como Berni, bajo la expresa voluntad de proponer un proyecto de responsabilidad penal juvenil, en realidad ha abogado lisa y llanamente por bajar la edad de imputabilidad, esto es, hacer ingresar a los adolescentes al sistema penal de adultos.
Pero volvamos al otro yo del Dr. Berni.
Cuesta mucho imaginar una respuesta más reaccionaria y represiva que la inventada por Zaffaroni. Tanto es así, que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (11 años después) la ha rechazado de plano.
El secreto argentino, aunque tardíamente, comienza a develarse.
Por lo demás, ambos componentes de lo que en esencia constituye un único individuo, son figuritas repetidas del álbum de un mismo coleccionista. Solo una esquizofrenia sin límites permite presentarlos como componentes diversos de la misma política criminal.
A Baruch Spinoza nada de esto lo hubiera sorprendido. Él siempre supo, «que cada ser persevera en su ser».
Nota escrita por Emilio García Méndez, presidente de la Fundación SUR Argentina y publicada el 09/05/2021 en el diario digital Memo.